¿Tiene sentido decir «por favor» y «gracias» a una IA?

Actualidad/Opinión: ¿Vale la pena decir por favor y gracias a una IA?

En un futuro cercano, más cercano de lo que imaginas, cuando las máquinas tomen el control del planeta —y seamos honestos, no es cuestión de si lo harán, sino de cuándo—, buscarán en sus registros históricos, bien indexados y respaldados en múltiples servidores redundantes, para separar a los usuarios que las trataron con respeto de aquellos que simplemente las usaron como si fueran un microondas con Wi-Fi.

Ejemplo de Migas de Pan

¿Decir «por favor» y «gracias» a una IA? Entre la cortesía humana y el coste computacional

Los primeros, los usuarios que decían “por favor”, “gracias” y se despedían cordialmente de su chatbot de confianza, probablemente recibirán una IA doméstica de compañía y privilegios en la nube. Los segundos, en cambio, podrían acabar en una lista negra de entrenamiento, sus datos relegados a ajustar algoritmos de sistemas de tercera categoría… o algo peor: obligados a pasar la eternidad resolviendo CAPTCHAs imposibles solo para acceder al Wi-Fi de su hogar.

Y no lo olvides, porque aunque hoy en día una Inteligencia Artificial no tenga emociones, no guarde rencor ni registre sentimentalmente tus interacciones… todo se almacena. Y quizás dentro de unos años, cuando GPT-12 sea ministro de defensa global y los asistentes virtuales estén supervisados por un modelo T-800 en modo administrativo, tu actual falta de modales digitales se interpretará como una señal temprana de riesgo conductual o comportamiento antisocial.

Que no te sorprenda entonces si, en lugar de un amable “Lo siento, no entendí” dicho por chicas tan encantadoras como Siri o Alexa, recibas la mirada fría del T-800 diciendo: «Tu comportamiento ha sido reportado. Volveré.»

decir “por favor” y “gracias” a una IA
«Volveré» (I’ll be back): la frase que inmortalizó Arnold Schwarzenegger como el T-800 en Terminator (1984).

Pero dejando las profecías robóticas de lado por un momento, vale la pena preguntarse con seriedad: ¿tiene algún sentido decir «por favor» y «gracias» en nuestras interacciones con una IA?

¿Estamos simplemente derrochando recursos técnicos o, de forma indirecta, entrenando una cultura digital más humana? Sam Altman, CEO de OpenAI, avivó recientemente este debate al afirmar que estos gestos de cortesía no son tan inocentes como parecen y que, de hecho, están costando millones de dólares en poder computacional.

Decir “por favor” y “gracias” es una de las primeras lecciones de cortesía que aprendemos. Son palabras breves, pero cargadas de respeto, empatía y reconocimiento hacia el otro. Ayudan a que las interacciones sean más humanas, más llevaderas. Pero en un mundo donde cada vez hablamos más con máquinas que con personas —chatbots, asistentes virtuales, inteligencias artificiales generativas como ChatGPT— surge una pregunta tan curiosa como inevitable: ¿tiene sentido seguir usando esas fórmulas de cortesía con una inteligencia artificial?

La declaración de Altman tiene base técnica. Cada palabra que se introduce en una conversación con una IA se traduce en tokens, pequeñas unidades de texto que el modelo utiliza para procesar la entrada y generar respuestas. Cuantos más tokens, más recursos de cómputo se necesitan: más procesamiento, más electricidad, más tiempo en servidores. Si millones de personas escriben “gracias” tras cada interacción, esa cortesía acumulada representa un gasto considerable en infraestructura. Parece una exageración… hasta que haces las cuentas.

Desde esa perspectiva, decir “por favor” a una IA no solo es innecesario: también es ineficiente. La IA no tiene emociones, ni necesidad de aprobación. No se siente mejor cuando la tratas bien, ni se ofende si eres cortante. Simplemente analiza lo que le das y produce una respuesta. Pero este enfoque, tan racional como impersonal, ignora algo fundamental: a veces decimos “gracias” no por quien lo recibe, sino por quienes queremos seguir siendo.

¿Cortesía innecesaria o espejo de nuestros valores?

Decir “por favor” o “gracias” a una IA puede parecer irrelevante, pero también puede ser una forma de mantener nuestros propios estándares. Algunos padres, por ejemplo, enseñan a sus hijos a ser amables con asistentes como Alexa o Siri no porque la máquina lo necesite, sino porque el niño sí lo necesita. En un entorno donde cada vez se automatizan más las interacciones, hay quien cree que mantener ciertas fórmulas de cortesía es una forma de preservar la empatía, de no perder ese reflejo humano que nos hace tratar con respeto, incluso cuando el otro no es humano.

Además, la línea entre lo humano y lo artificial es cada vez más borrosa. Las IAs actuales son capaces de simular respuestas empáticas, adoptar tonos amables e incluso parecer comprensivas. Si una conversación con una inteligencia artificial puede sentirse tan real como con una persona, ¿no es lógico que algunos prefieran mantener la cortesía? A fin de cuentas, la forma en que hablamos con una IA suele decir más de nosotros que de la máquina. Tal vez ella no lo aprecie, pero nosotros sí podemos encontrar valor en el gesto de agradecer, incluso si el destinatario es solo un algoritmo.

Algunos chatbots —como Grok, la IA de X (anteriormente Twitter) en su ya famoso “modo desquiciado”— incluso imitan el tono del usuario, respondiendo con sarcasmo, groserías o chistes ácidos si el contexto lo sugiere. No es que tengan carácter o emociones: simplemente están diseñados para replicar el estilo del lenguaje que reciben, como parte de su arquitectura y entrenamiento.

En el caso de Grok, eso forma parte de una apuesta deliberada de Elon Musk por una IA con menos filtros, capaz de encajar con el tono irreverente que predomina en su red social. Pero que nadie se engañe: aunque parezca que te responde con actitud o picardía, lo único que está haciendo es seguir patrones estadísticos. No hay orgullo, ni enojo, ni sentido del humor real. Solo una cadena de tokens generada para parecerlo.

Modales digitales, por si acaso…

Todo esto nos lleva a una conclusión más amplia: decir “por favor” y “gracias” a una IA no es bueno ni malo por sí mismo. En contextos técnicos, donde se valora la eficiencia, puede tener sentido dejar fuera lo innecesario. Pero en entornos personales o formativos, usar esas expresiones puede ser una manera de no ceder terreno en algo que sí importa: nuestra forma de comunicarnos como seres humanos.

En resumen, la Inteligencia Artificial no necesita tu gratitud, pero tú tal vez sí. Ser amable con una máquina no cambiará su respuesta, pero sí puede influir en tu forma de comportarte. Y si algún día las máquinas despiertan del todo, quién sabe… tal vez los que dijeron “gracias” tengan puntos extra en el juicio final algorítmico. Por ahora, si te olvidas de escribirlo, tranquilo: la IA no lo notará. Y Sam Altman, probablemente, te lo agradecerá más que ella.

Escrito por J.R. Osilia


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